miércoles, 2 de julio de 2014

Yo debería estar durmiendo una buena siesta.

Hoy algo me ha llevado a releer mi antiguo blog, y madre la de cursiladas y tonterías que tengo escritas por ahí...
He estado riéndome un rato, dando las gracias a los siete dioses por ser un poco menos cursi y pensando, pensando he llegado a la conclusión de que también debería darle las gracias a esas personas que aparecen en tu vida fugazmente y que se van habiendo inducido inconscientemente un cambio en ti. 
El gran cambio me lo debo a mi misma, no me voy a quitar méritos, que lo suyo me ha costado (y que orgullosa me siento!), aunque siga trabajando en ello. 
Hoy le doy las gracias a esas personas que me han hecho ser más impulsiva, más realista y menos orgullosa, que han conseguido que piense más en mi y empiece a decir ¡NO! 
Gracias a aquellas que me enseñaron que perdonar siempre será una opción, gracias por enseñarme lo que es la verdadera perseverancia y lo que es el amor (aunque no creo haber dado con él aún).
He aprendido a base de buenos y malos momentos, y me alegro. Hay algunos a los que ya no les puedo dar las gracias porque hemos perdido el contacto, y es una pena, que buenos momentos me disteis.
He tenido tanta suerte de dar con ellas, de dar con personas que se quedan hasta las dos de la mañana si es necesario escuchándote, aguantando tus rabietas, ¡aguantándome! que ya por ello se merecen un monumento. 
No me merezco tanto, y de eso me di cuenta el pasado sábado, en mi cumple. Si, mucha gente me felicitó pero eso no tiene ningún mérito, no cuando ya tienes los que querías. Fueron la felicitaciones de tres personas las que me hicieron sonreír de verdad, de corazón, escuchar su voz y llegar a las nubes, ver su sonrisa y querer morir, esos abrazos interminables. ¡Si es que no me las merezco!
Pero ya que tengo la suerte de tenerlas en mi vida, seguiré el consejo de una de ellas y seré un poco egoísta, seguiré disfrutando de su compañía. 
Gracias, gracias de corazón. 


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